Históricamente el yoga nunca fue un sistema patriarcal. Desde la época védica, había mujeres que alcanzaron la iluminación y eran gurús y santas, a menudo con un estatus superior al de los hombres. Sin embargo, esta situación cambió hace mil años con las invasiones en India, cuando se decidió que las mujeres debían permanecer en casa para protegerlas, limitando su participación en la vida espiritual pública.
Pero las mujeres están mejor cualificadas para interpretar las enseñanzas del yoga debido a su naturaleza psíquica, intuitiva y sensible, en contraste con la racionalidad e intelectualidad masculina. Las cualidades femeninas como la compasión, el amor y el cuidado son vistas como divinas y esenciales para comprender y transmitir las tradiciones yoga, védicas y tántricas.
Es fundamental recuperar el papel de la mujer en la transmisión de conocimientos de la filosofía y práctica del yoga para convertirse en mejores maestras que los hombres. Las mujeres ya superan en número a los hombres, y se espera que en el futuro sean cada vez más una fuente de inspiración y guía.